Todos los que nos dedicamos a la profesión docente estamos hartos de insistir a nuestros alumnos que la puntualidad es muy importante en las relaciones laborales y sociales. Las normativas de convivencia de nuestros centros detallan con precisión este aspecto y reflejan que la reiteración de no llegar a la hora a clase se considerará como falta grave o muy grave, y que puede llevar acarreado el suspenso correspondiente de la materia afectada. Parece normal, ¿no?. Pero somos los propios docentes los que incumplimos esa norma, ¿alguien se ha fijado cómo actuamos?. Convoque usted un claustro e intente comenzar a la hora señalada. Convoque una reunión de etapa, un departamento o un seminario e intente comenzar a la hora anunciada. ¿Puede?. Seguramente la respuesta es ........ no.
Son las nueve de la mañana y es la hora de empezar la reunión de dirección. De la decena de personas convocadas sólo dos están sentadas en su sitio, ni tan sólo el convocante de la reunión, el director del centro, ha llegado. La estampa es la misma reunión tras reunión y a lo largo del curso escolar. Pasan dos, tres minutos y aparece el tercero. Pasan cinco y entran el cuarto y el quinto. Pasan siete y entra el director del centro. Pasan diez y entran el séptimo y el octavo. Después de los comentarios de rigor y del celebérrimo "vamos a esperar cinco minutos a ver si llegan las dos personas que faltan" la reunión empieza pasados veinte minutos de las nueve. A los diez minutos de empezada la reunión aparece la novena persona y a los veinte la última, ambas con el comentario de "lo siento, pero tenía trabajo". Cabe remarcar aquí que las dos últimas personas repiten en cada reunión la misma falta de puntualidad y excusa. Y no pasa nada. Luego los ves haciendo reflexiones en voz alta ante los alumnos diciéndoles que el que llegue tarde suspenderá la materia, o se quedará castigado al salir de clase en un acto sublime de la máxima de haced lo que os digo y no lo que hago.
Por otra parte intente usted empezar las reuniones a la hora convenida y verá como es tratado de inflexible, estricto, poco empático, carente de la cualidad de saber trabajar en equipo y mil cosas más. Y a medida que llegan tarde a la reunión y se excusan con el consabido "lo siento, pero tenía trabajo" ponga usted cara de comprensión y empatía mientras por dentro piensa "claro, yo no tengo tanto trabajo como tú, por eso siempre puedo llegar a la hora". ¿Les suena esta situación?. Pues es una de las muchas incoherencias que transmitimos a nuestros alumnos e hijos.
4 comentaris:
Me siento totalmente identificada con este post. Yo, como usted, también soy de las que no tengo tanto trabajo y espero,espero y espero a que lleguen el resto del claustro que es "tan trabajador". Al final, supongo que nos tendremos que volver impuntuales para no hacer bilis, que es fatal para la salud.
Un saludo y enhorabuena por el blog
Ana, gracias por tu comentario, pero no estoy de acuerdo en que debamos volvernos impuntuales pues entonces habrán ganado ellos. Creo que es mejor adoptar el papel de socarrón e imitar a Job.
Estoy deacuerdo, yo como subdirectora de un centro educativo, al comenzar mi labor no pense que seria tan dificil solucionar problemas como estos, en donde al final de cuentas te dan mil excusas y si continuas señalando los errores piden que te cambien. de verdad que es un problema que he sabido sobrellevar con caracter y ejemplo, comprencion y comunicacion ademas de organizacion.
Perfil Docente
Lo curioso del caso D Esther es que los educadores no paramos de exigirles a nuestros alumnos aquello que nosotros somos incapaces de cumplir.
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