Hace unos días la ministra de Educación, Mercedes Cabrera, presentó el estudio “Atlas de la España universitaria” que está basado en los datos del curso 2004-05. Una de las conclusiones más sangrantes de este estudio es que el 75% de la titulaciones universitarias de España no tiene suficientes alumnos para que sean viables. El estudio revela que para que una titulación sea viable económicamente se necesitan como mínimo 125 alumnos nuevos cada curso y en la mayoría de casos ésto no se da. Es más, el estudio revela que hay 34 centros universitarios que ofrecen 104 titulaciones con tan sólo diez nuevos alumnos matriculados. ¡Todo un despilfarro!, pues el estudio hace referencia exclusivamente a las universidades públicas exceptuando la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Uno de los motivos es, evidentemente, la baja natalidad de hace unos años que ahora golpea con todo su crudeza a la universidad una vez ya ha hecho su recorrido por los centros de primaria y secundaria. Pero esta variable ya se sabía, era de las pocas que se sabía y, por lo tanto, aquí no se puede alegar ignorancia pues basta consultar las previsiones del Instituto Nacional de Estadística para saber que hasta el año 2014 la universidad no volverá a remontar esta baja natalidad.
¿Qué ha pasado entonces?. Pues que en el tema universitario se ha hecho, por parte de los poderes públicos, una política de aparador que nos ha llevado a tener casi un millón y medio de universitarios el curso pasado en una estructura que pierde millones y millones de euros por muchísimos agujeros. Uno de los agujeros se llama vanidad política, por eso no puede extrañarnos que la ministra llame a la reflexión. Aquí cada comunidad autónoma, cada ciudad incluso, ha hecho e ido a la suya sin tener en cuenta una mínima planificación. Cada reino de Taifa ha querido tener “su” universidad para poder sacar más pecho ante el vecino. Triste y, sobre todo, muy caro.
Se entenderá ahora, por otra parte, que cuando nos dicen desde los poderes públicos que hay que potenciar la Formación Profesional, que desde los centros no hay que orientar a los alumnos únicamente hacia la universidad, que nuestro potencial productivo necesita más técnicos que universitarios, que nos jugamos las posibilidades como país más en la FP y que no necesitamos tanto titulado universitario, etcétera, etcétera, en realidad nos lo dicen con la boca pequeña de la mala planificación y del derroche de unos dineros que no valoran porque no los sienten como suyos. Todo es un discurso grandilocuente para amagar la incompetencia más galopante y personal.
Tenemos un sistema universitario caro, pero bien dotado económicamente, poco adecuado a nuestra realidad social y muy prestigiado socialmente ante un Formación Profesional que es la cenicienta de este cuento mal explicado y peor acabado.
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