He acabado hace muy poco de leer la novela Botchan, gracias Rosa por recomendármela y prestármela, del escritor japonés Natsume Sōseki que es el seudónimo literario de Natsume Kinnosuke (1867 - 1916). En 1906 este autor escribe Botchan, que algunos entienden como su primera novela y que obtuvo un gran éxito de crítica, en la que narra de forma semi-biográfica las experiencias de un profesor de Tokio destinado a provincias.
Ha sido una grata sorpresa este libro pues no siempre es fácil encontrar literatura novelada en las aulas y en el mundo de la educación. La verdad es que a pesar de tener más de cien años y pertenecer a una cultura tan diferente a la nuestra hay muchos aspectos de la novela que se podrían subscribir al ciento por ciento hoy día. Leyéndolo iba recordando algunos escritos míos publicados en este blog (Quan el director sempre té raó; Las relaciones personales en el trabajo; Les habilitats socials com a nova forma d’hipocresia; Predicar sin el ejemplo; ...), pero un par de frases me han hecho pensar, y mucho, en una realidad nuestra. Escribe Natsume Sōseki hacia el final de su novela lo siguiente: “Tal como el director les había ordenado, habían venido a verme y se habían inclinado ante mí para disculparse, pero el suyo había sido un gesto vacío, como el de esos tenderos que te reciben amablemente en su tienda y luego, en cuanto te das la vuelta, te engañan. Los estudiantes podían pedir todas las disculpas del mundo, pero eso no significaba que fueran a cambiar de actitud.”
Seguro que ante las disculpas, o excusas, de nuestros alumnos más de una vez hemos tenido la sensación de que eran simples palabras vacías pero que, difícilmente, ese acto de constricción les iba a servir para modificar su actitud o su conducta.
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