dimecres, 13 de juny del 2007

El equipo directivo del centro

El equipo directivo del centro es el encargado de liderar la actividad del centro escolar pero, ¿cómo se aprende a ser líder?. ¿Es posible transmitirlo como conocimiento específico a través de cursos o actividades de formación?.
Del equipo directivo del centro se espera, entre otras, las funciones siguientes: ejercicio del liderazgo, el dominio de la legislación, que esté formado en modelos de gestión de calidad, que sepa resolver conflictos, capacida para dinamizar grupos, que sepa trabajar en equipo, que sepa de modelos organizativos y de gestión de recursos, y muchas otras cosa más.
Lo que es cierto es que asumir la dirección de un centro educativo no es tarea fácil y, en muchos casos, se ha convertido en un difícil problema que no parece tener solución. De ahí la escasez de candidatos dispuestos a enrolarse en una tarea tan compleja y tan poco gratificante.
Hoy en día debemos entender la dirección como una labor de equipo, pero para ello necesitamos que ésta sea de liderazgo compartido. Ahora bien, compartir es mucho más que la suma de las individualidades pues los centros educativos se construyen sumando las aportaciones de las personas que los integran. Y ésto que es tan fácil de decir es más difícil de realizar pues durante mucho tiempo la dirección ha sido un cargo unipersonal al que se le atribuían todas las funciones burocráticas y de control del centro.
Ante una realidad que nos muestra que ni todos los docentes enseñan y ni todos los estudiantes están dispuestos a ser enseñados, la pregunta pertinente es ¿cómo no se convierte en un desafío profesional para la dirección lograr revertir esta situación?. Los centros educativos no están sólo para enseñar a los que valen, a los que todo lo que se les enseña les interesa, también están para enseñar a los que no quieren ser enseñados. Ante este reto se podrá decir que una de las preocupaciones del profesorado ha de ser encontrar cómo motivar a los alumnos pero desde la direcció del centro también hay que pensar en cómo se motiva a los profesores. Parece que preocupa más la motivación del alumno que la del profesor, cuando una va ligada a la otra.
Una de las contradicciones de la organizació escolar es que se acaba dando a los nuevos profesores o a los que rinden por debajo de la media, por decirlo de una forma suave, los peores grupos de alumnos y los peores horarios. Esto ligado a que al proceso inicial de acogida en bastantes centros no se le presta la menor atención crea un caldo de cultivo difícil de gestionar.
Ante este panorama no es de extrañar la indiferencia que muestran el profesorado y los demás agentes de la comunidad educativa, por ejemplo, en el diseño del proyecto educativo de centro, en la elaboración de los objetivos, o en cualquier iniciativa que huya de la impartición de las classes en el aula. Ello nos llevará a diferenciar centros donde su comunidad aprende de los procesos reflexivos sobre qué y para quién dedican su esfuerzo profesional en contraposición a los centros que se instalan en una rutina monocorde e insulsa.
La actitud de inhibición de los docentes está muchas veces ligada a su formación o a su pertenencia a una parte de la estructura escolar de tal forma que la justificación tipo “yo sólo enseño naturales” o “yo soy del departamento de lenguas” provoca que haya ámbitos de la vida escolar que queden en tierra de nadie o se adjudiquen directamente al equipo directivo o, si es el caso, al departamento de orientación. Así de esta forma nos encontramos con que las transiciones por el edificio, las zonas comunes y otros espacios del centro son el terreno abonado para los gamberros de turno ante la indiferencia o complicidad del profesorado que está presente. La pregunta entonces será ¿qué se puede hacer desde la dirección para cambiar ésto?.
Todo lo aquí expuesto parece tan fácil y tan obvio que no lo es, pues cualquier proyecto que se quiere llevar a cabo topa con la dificultad de negociarlo y traspasarlo a la comunidad educativa y de esta forma las intenciones iniciales devienen en un puro formalismo vacío, en una retórica que, en ocasiones, se reduce a rellenar el protocolo del proyecto cuando no copiándolo de otro centro.
Hay tantos frentes abiertos en el día a día que nos llevan a preguntarnos, de forma recurrente, ¿qué puede hacer la direcció para conseguir que los criterios de evaluación sean coherentes y se utilicen los mismos en todas las asignaturas independientemente del profesor que las imparta?. ¿O cómo se garantiza desde la dirección que se valore lo que el alumno sabe y no sólo lo que no sabe?.
Retomando la exposició inicial de este escrito habría que decir que sólo proporcionando formación al equipo directivo del centro no vamos a cambiar ni el modelo de dirección ni la forma de organizar y gestionar el centro educativo, la formación se ha de hacer extensiva a más personas de la organización. De esta forma el equipo directivo del centro podrá delegar aquellas tareas que pueden ser realizadas por diferentes componentes de la comunidad educativa pero para ello el equipo directivo tendrá que disponer de estrategias para organizar grupos de trabajo y fomentar las diferentes propuestas innovadoras que puedan convertirse en proyectos.
Para ello el equipo directivo del centro tendrá que conseguir que el profesorado entienda que su competencia profesional incluye aspectos externos a su trabajo en el aula y, evidentemente, deberá ilusionar y vincular a aquellos agentes externos que forman parte de la comunidad escolar y que tradicionalmente mantienen relaciones distantes o nulas.