Siempre se ha dicho que la mujer del César además de ser honrada tenía que parecerlo. Este dicho que hemos ido legando a lo largo de los siglos viene a cuento por los supuestos escándalos de políticos de la talla de Ernest Benach y los complementos en su coche oficial; o de Jordi Miralles respecto a su militancia comunista y su Audi A6 oficial; o el despacho de Juan Carlos Rodríguez Ibarra y las reformas en su nuevo despacho; y un sinfín de ejemplos más que se podrían citar. Hay crisis y se nota. Parece que cuando la situación económica es boyante nadie se detiene a criticar esos detalles pero en cuanto la crisis ataca todo el mundo dice la suya. ¡Y tienen toda la razón del mundo en hacerlo!. La lástima es que sólo se haga en ciertos momentos y una vez superada la crisis se vuelva relativizar sobre esos comportamientos sociales y políticos.
Dicen que los políticos han de estar bien pagados para evitar las tentaciones a posibles sobornos y prevaricaciones pero la realidad nos regala, con frecuencia, casos de corrupción. Por otra parte cabe preguntarse ¿qué es estar bien pagado?. ¿Cobrar una, dos, tres, cuatro o más veces el salario medio del país?. ¿Quién pone el límite?. Nadie, me temo. Sorprende ver que hay presidentes autonómicos, o alcaldes, que cobran más que el presidente de su propio país. Sorprende que España tenga casi la misma flota de coches oficiales que Estados Unidos.
Por cierto ya que ha salido a relucir Estados Unidos qué gran lección de saber hacer política han impartido los candidatos Barack Obama y John McCain, uno con su discurso de aceptación de la victoria, ¡impecable!, el otro con su discurso de aceptación de la derrota, ¡modélico!, del que sobresalen frases como “los estadounidenses han hablado y han hablado claramente”, “le he prometido esta noche que haré todo lo que esté en mi mano para ayudarle” y “hoy era el candidato a la oficina más importante del país al que amo y esta noche soy su servidor”. Sólo hay que recordar las noches electorales españolas para comprobar, estupefactos, que todos han ganado y nadie ha perdido, siempre se busca desmerecer la victoria del otro. La consigna es ningunear al adversario, por ello sorprende tan gratamente la lección dada por los señores Obama y McCain.
Volviendo a España, quizás habría que empezar a pensar que tienen más cosas en común un trabajador de derechas y otro de izquierdas, que éste último con su representante ideológico político. Siempre se tendrá más identificación con un igual que no con alguien que cobra seis veces más y que disfruta de su coche oficial. Difícilmente, desde esa distancia económica y de estatus social, se puede entender bien del todo las necesidades de la clase trabajadora o de la sufrida clase media.
La pregunta sigue siendo la misma, ¿quién pone el límite?. ¿Ellos, los políticos?. Me temo que no.
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