diumenge, 30 de novembre del 2008

El peor alumno: el profesor

Las normativas de convivencia de nuestros centros docentes son muy parecidas entre ellas. Son normas que recogen aspectos básicos como la puntualidad, la asistencia, el comportamiento y una enumeración básica de faltas leves, graves y muy graves. Es por ello que cuando un alumno nos llega tarde lo consideramos como una infracción leve de la cual debemos dejar constacia por escrito. Asímismo nos sentimos legitimados por la normativa del centro a sancionar a aquellos alumnos que hablan o no saben estarse quietos en clase, es el instrumento que utilizamos para mantener el orden en nuestros centros. Pues bien, no sé si alguno de ustedes ha tenido la oportunidad de impartir clase a un grupo de profesores. Aquel que sí lo haya hecho sabrá de qué hablo.
En muchas formaciones de las que se imparten en el propio centro la actitud de los docentes es totalmente contraria a la que exigen a sus alumnos. Así, no es extraño ver profesores hablando con otros mientras el formador sigue desgranando las explicaciones pertinentes de la materia correspondiente. Y si la formación requiere del manejo de ordenadores entonces la problemática es mayor, pues mientras el formador dice “ahora no toquen los ordenadores y préstenme atención” uno puede ver cómo siempre hay varios profesores que van a la suya, siguen tecleando y que pasan de las indicaciones recibidas. Y si el formador es un compañero del propio centro entonces la situación desemboca en ocasiones en una falta de respeto jugando con la ventaja de que difícilmente el formador se enfadará, exigirá silencio o llamará la atención de forma individual a ninguno de los presentes.
Y sin embargo, en nuestros centros, en nuestras aulas, no se deja de exigir a nuestros alumnos que estén quietos, callados y atentos a nuestras instrucciones y explicaciones. Y si uno de ellos se atreviera a teclear el ordenador cuando hemos dicho que no lo hiciera seguramente la caería una reprimenda oral como mínimo sino un aviso o una nota por escrito. Vemos normal que cada día durante seis horas y que cada semana durante treinta horas nuestros alumnos sean como estatuas receptoras de instrucciones y de formación, pero en cambio nosotros, los docentes, somos incapaces de aguantar sesiones esporádicas de formación de dos o tres horas. Exigimos a nuestros alumnos aquello que nosotros somos incapaces de hacer. Y en vez de reflexionar y pensar que sí, que realmente es muy complicado y difícil aguantar cada día seis horas sentado en una aula compartida con una veintena larga de compañeros, hablamos de falta de disciplina y de orden en las aulas y de un aumento considerable de transtornos de déficit de atención e hiperactividad.
La coherencia pasaría por exigir a los otros lo que nosotros somos capaces de hacer o bien hacer nosotros lo que exigimos a los otros.

2 comentaris:

Xavier Ureta Buxeda ha dit...

Jo, que per professió, he hagut de presidir molts claustres i moltes reunions, puc dir que l'autor de l'escrit no exagera el més mínim. Moltes vegades ho hem comentat amb altres companys i sentim autèntica vergonya aliena. Xavier Ureta

Pedagog ha dit...

Xavier és bó que la gent expliqui el que realment passa, a veure si així alguns docents se n'adonen de la seva incoherència.